Hasta nosotros ha llegado una noticia, que nos piden demos difusión. Transcribimos:
Arqueología, ¿Conocimiento o destrucción de la Historia?
Esther Andréu Mediero, arqueóloga.
" Uno de los más grandes pensadores del siglo XX, Heidegger, decía que la ciencia histórica tiene como objetivo al hombre, no como objeto biológico, sino a través de de sus producciones espirituales y corporales, realizando la idea de la cultura como objetivación de él mismo. En este sentido, la más joven de la ciencia histórica, que es la arqueología, plantea un nuevo método de adentrarse en este estudio del hombre a través de su cultura material.
Ciertamente, para períodos prehistóricos no existe más fuente que esta cultura material; pero para los históricos es imprescindible la simbiosis entre arqueología y documentación escrita, que por ende cuanto más reciente más abundante es. Así resulta evidente que el arqueólogo que trabaje en períodos medievales, modernos e incluso contemporáneos, se ayude dependiendo de los casos, de manera conjunta, con historiadores documentalistas del arte, de arquitectos, geólogos, geógrados, antropólogos, politólogos, filósofos y un sin fin de colaboradores imprescindibles para reconstruir nuestro pasado, el pasado del hombre. Sin embargo, esto apenas sucede así en la mayot parte del territorio peninsular con honrosas excepciones.
Una vez que se estableció el modelo autonómico y las competencias en materia de Patrimonio se trasladaron a las respectivas consejerías, ciñéndose a las leyes creadas para su protección en cada una de ellas, la obligatoriedad de su cumplimiento ha generado en estos años la creación de empresas de arqueología, que se echaron a la calle, como otras empresas, amparadas por la ley de la oferta y la demanda.
En teoría la medida es positiva porque permite cubrir el control de todas las obras que se realizan en zonas de protección arqueológica y control en el resto, pero en la práctica genera diversas complicaciones.
En primer lugar, el ejercicio de la profesión ha desvinculado a la arqueología de las universidades, y el arqueólogo y sus vigilantes (las administraciones autonómicas) han ido olvidando progresivamente la condición del arqueólogo como historiador y como investigador que debería colaborar, en todo momento y de manera institucional, con las universidades.
Por el contrario, el arqueólogo se ha convertido en técnico, y como tal actúa. Ciertamente hemos de servirnos de la técnica que nos facilita la recogida de datos, y ésta debe ser escrupulosa. Ahora bien, se está perdiendo su papel fundamental, ya que el técnico arqueólogo, como un mero procesador de datos técnicos, elabora conclusiones concretas sobre los objetos, pero no hace historia de los hombres. En este sentido cabe preguntarse: ¿qué valor tiene saber si el enterramiento estaba a 1,30 metros o a 2 metros, si no establecemos por qué estaba enterrado ahí, ni quién era, ni por qué tiene interés histórico su enterramiento?¿A qué actos, ritos o prácticas responde el enterramiento? Y lo peor es que no se responde a la pregunta esencial: ¿qué aporta ese fenómeno a nuestra vida actualmente?
El historiador es el psicoanalista de la sociedad actual, ya que desentierra el pasado que condiciona nuestro presente, pero si no aporta una reflexión sobre el ser humano y sus creencia, entonces hemos perdido el sentido fundamental de su oficio. si no aprendemos de ello para conocernos mejor como sociedad y como humanidad, la Historia, y también la Antropología, se vuelve una huera actividad de anticuario, como diría Nietzsche, es decir, una labor de curiosidad sobre los objetos pintorescos de nuestro pasado.
Por esto mismo el trabajo de campo queda en nada si no ponemos en común nuestro esfuerzo con los investigadores documentalistas y con los proyectos de investigación de la universidad. Por otra parte, los profesores de arqueología apenas cuentan con excavaciones donde foguear a sus alumnos en las prácticas verdaderas y la realidad es que las generaciones nuevas van saliendo al mercado, frecuentemente, sin la más mínima experiencia de campo ni del funcionamiento de la excavación de yacimientos ni de casi nada que no sea teórico. Pero ahí están, con un título bajo el brazo y cualificados para dirigir intervenciones sin ayuda, solos, haciendo lo que pueden. En este sentido no debemos olvidar que la arqueología es la única ciencia cuyo trabajo, a medida que transcurre, va destruyendo su propia materia de estudio de manera irreversible.
Así que la decisión constante de qué se destruye para poder acceder al estrato anterior más antiguo, hace que esa decisión, y la interpretación de los destruido, queden bajo la visión subjetiva de cada profesional. Necesariamente, la interpretación histórica siempre es subjetiva por la elección misma de los propios elementos y datos seleccionados para la interpretación. La tarea es importante y exige una alta responsabilidad profesional y siempre discutible, pero, y esta es la cuestión crucial que quiero denunciaren este artículo, es que en la actualidad la mayor parte de las excavaciones está pasando a manos de arqueólogos escasamente cualificados.
Ahora bien, no es este un mero problema de neófitos, que todos lo hemos sido alguna vez, sino un problema de falta de apoyo y colaboración absolutamente imprescindible si se pretende realizar un trabajo serio de investigación y no chapuzas para solventar deprisa y corriendo la exigencia legal de un trabajo arqueológico. A esto sumamos que debido a la ley de mercado en la que se mueve la profesión, como si de chacina hablásemos, estamos destruyendo un patrimonio a bajo precio y con precario medios.
Evidentemente, esta es una situación no prevista en un principio, pero que el devenir del tiempo ha degenerado y que sin duda habría ya que cambiar. Se están realizando trabajos en los que nos se extrae ninguna conclusión histórica que ayude a nuestra sociedad, resultando un trámite impertinente pero obligatorio para la realización de cualquier obra. la responsabilidad, en este momento, recae sobre las administraciones autonómicas, encargadas de que en esos trabajos no falte una ficha por hacer, ni se pase el rellenar una casilla de la misma, ¡pero -y esto es lo más escandaloso- sin exigir el trabajo firmado de un especialista en archivos o el estudio de los materiales realizados por un especialista de arte, y lo que es más, sin pedir una explicación de quiénes fueron esos hombres, qué ocurría en ese tiempo y a qué reflexiones nos conduce la investigación, más allá de las estadísticas y las cronologías, pues se trata de gente que vivía bajo el mismo cielo y sobre la misma tierra que nosotros! Y con una falta de coordinación con las propias universidades o centros de investigación, lo que limita el valor de documento científico que resulta de la actividad arqueológica.
En Francia, por ejemplo, son comisiones de científicos los que evalúan estos trabajos y en su caso desestiman la capacidad de una empresa de volver a excavar hasta que emitan un verdadero documento científico. estamos destruyendo muchos de los yacimientos sin sacar un verdadero estudio de ellos, olvidando que ese patrimonio que destruimos no es nuestro, es también de nuestros nietos, a los que estamos dejando patéticos restos, sin trascendencia, en las vitrinas de los museos.
Finalmente, con la crisis que afecta a todo el país, la situación se agrava, los precios por los trabajos son tan ridículos que los profesionales parece que regalan su trabajo esperando mejores tiempos y así -claro- no se hacen bien las cosas y, como en todas partes cuecen habas, se favorece que pueda haber quien mire para otro lado cuando el pasado cae bajo las máquinas sin pudor.
Hay un importante yacimiento en Madrid donde se encuentra un establecimiento romano (un poblamiento rural) y otro medieval (con una interesantísima necrópolis), en el que mi equipo viene trabajando desde hace varios años. Recientemente para abaratar los costes, la propiedad ha decidido fragmentar a su albedrío el yacimiento en más de diez zonas y cada una de ellas la excava el mejor postor. Imposible interpretar el yacimiento bajo diferentes registros y criterios, trabajo en balde del que yo me retiro por vergüenza de colaborar en este asesinato de la Historia. No juzgo a la propiedad de los terrenos, cuyo único interés es pasar este trámite lo más rápido y barato posible ni a las diferentes empresas que por sobrevivir en estos tiempos hacen lo que pueden por esa miseria de presupuestos, pero no entiendo a cuantos tienen el deber de garantizar la preservación del patrimonio y guardan silencio incluso en estas circunstancias, supongo que con el único fin de no ser un obstáculo al maltrecho sector de la construcción. Pero es que hablamos de decisiones con consecuencias más duraderas que una crisis por profunda que ésta sea.
Doy por sentado que con estas palabras estoy poniendo una soga al cuello de mi empresa, pero, con este llamamiento a la sociedad, al menos descansaré en paz y, como decían los romanos, que la tierra me sea leve."
Publicado en: Revista Ilustración de Madrid. Num.22. Invierno 2011-2012.
viernes, 13 de abril de 2012
domingo, 8 de abril de 2012
Noticia del yacimiento Lomo de los Gatos (Mogán) en Canarias 7
Completada la restauración del yacimiento arqueológico Lomo de Los Gatos, ahora es más fácil imaginarse como era la vida de sus moradores hace 1.100 años. Su huella, que asombra al visitante, está en cada una de sus casas. Estructuras, formas y medidas son una lección práctica de historia.
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lunes, 2 de abril de 2012
Excavaciones en Bocabarranco-La Guancha (Tibicena
Noticia enlazada desde el Facebook de los Tibicena. Estan realizando trabajos de
excavación y restauración en el Yacimiento Arqueológico de
Bocabarranco-La Guancha (Gáldar). Recientemente hemos recibido la visita
del Consejero de Cultura del Cabildo de Gran Canaria, Larry Álvarez.
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